Se
calcula que para 1926, el 30% de los puertorriqueños estaban desempleados, siendo víctimas del empleo
estacional.
Ninguno de los
principales productos agrícolas de la Isla proveía de empleo estable a los
trabajadores porque todos eran cultivos estacionales, productos que sólo necesitaban muchos trabajadores
durante los meses que durara la cosecha.
El
resto del
año era un tiempo muerto en el que los trabajadores estaban desempleados y, sin ingresos.
El
resultado era una miseria enorme que arropaba la Isla, caracterizada por la
escasez de alimentos y el hambre.
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