viernes, 5 de octubre de 2012


Votar a los 16: ¿somos todos un poco adolescentes?


PorFABIAN BOSOER


Es notable la capacidad del oficialismo para instalar temas que generan atención pública y discusiones intensas. No están en la agenda de las preocupaciones cotidianas ni van a resolver los problemas principales; pero al menos nos distraen de éstos y crean la sensación de que estamos participando de otro de esos momentos trascendentales que pueden cambiar la historia. 

Al margen de sus intenciones, la propuesta de otorgarles el derecho opcional al voto a los jóvenes a partir de los 16 años ha despertado un interesante debate sobre las condiciones y requisitos formales y reales para acceder a la ciudadanía plena en nuestro país. El debate sobre si están en condiciones de votar o no los menores de 18 años ha dividido las aguas con opiniones contrarias y favorables, en ambos casos mezclados los tantos entre sólidas y flojas argumentaciones.

 Pero lo que llama la atención es la sagacidad con la que se ha logrado eludir el problema preexistente: no hay un déficit de electores sino de "elegibles". O sea, hasta ayer el debate se centraba en la falta de candidatos: el oficialismo no los tiene, por eso la única es CK; pero tenemos el problema de que CK no puede ser candidata porque la Constitución impone un límite de dos mandato consecutivos; la oposición tampoco los encuentra, por eso busca quién está mejor posicionado mientras se moviliza para frenar la ofensiva re-reeleccionista. Dejando momentáneamente entre paréntesis la reforma constitucional y la re-re, ahora, el debate toma otro giro: ¿deben o no poder votar los menores de edad? El oficialismo resuelve así un problema de oferta generando una nueva demanda. De repente, el problema ya no son los elegibles sino los electores que podrían advenir a una ciudadanía política anticipada. 

Pero ocurre que la cuestión no es sólo si "deben" o "no deben", sino en caso de que puedan: ¿A quiénes van a poder votar? O planteado de otro modo: ¿no será tan o más importante que ampliar el padrón electoral, mejorar la oferta de candidatos para las elecciones? ¿Qué hay de promover genuinamente la formación democrática y la reflexión crítica de los jóvenes en lugar de las bajadas de línea, el discurso único, los latiguillos y consignas, la adulación fácil? ¿Porqué no dedicarse, mejor, a revitalizar los partidos políticos, renovar sus padrones y realizar las internas abiertas obligatorias en serio, en el peronismo, el radicalismo, el Pro y el socialismo, o entre las coaliciones que decidan conformar para que surjan los mejores candidatos, jóvenes y viejos, tanto para el 2013 como para el 2015? Podemos verlo también así: nuestro principal déficit democrático no es la falta de electores y votantes, si no la falta de más y mejores candidatos para presentarse a las elecciones y ser votados. Y finalmente: no está mal pensar en ampliar los derechos políticos de los menores, pero ¿por qué no hacerlo también con sus responsabilidades? 

Desde el propio Gobierno, Raquel Robles, directora nacional para Adolescentes Infractores de la Ley Penal, dependiente del ministerio de Desarrollo Social que conduce Alicia Kirchner, dijo que el proyecto implica una "adultización apresurada" de los jóvenes: "Tanto para ejercer derechos como para soportar penas, tenemos que pensarlos como adolescentes". Al fin y al cabo, si de madurez democrática y conciencia ciudadana se trata, son muchos los mayores de edad que se muestran como adolescentes tardíos cuando deben esperar que les dicten el libreto, les cuenten el relato de los buenos contra los malos o les indiquen a quién tienen que ir a votar en las próximas elecciones.


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